El pasado 14 de marzo el teletrabajo nos cogió a todos desprevenidos y poco preparados, pero la sociedad ha demostrado su capacidad de resiliencia y adaptación a las circunstancias y podemos afirmar que lo hemos superado con resultados satisfactorios. Otra cosa distinta ha sido las circunstancias en las que se ha podido llevar a cabo este formato, ya que ha habido casuísticas muy variopintas. Si bien era algo que casi todos anhelábamos, desde luego, no nos imaginábamos haciendo esa tarea, por ejemplo, con nuestros hijos e hijas alrededor. Del sueño a la frustración.

Un estudio del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE) concluye que el COVID-19 ha agravado las diferencias entre hombres y mujeres en la conciliación de la vida familiar y laboral. Se estima que la mayoría de las mujeres de los 4,5 millones de hogares con menores de 14 años, han asumido en mayor medida las tareas domésticas y las de atender a los niños. Durante esta crisis, como en otras, el empleo más dañado ha sido el de la mujer: reducciones de jornadas, excedencias por cuidado de familiares, no disponibilidad de acceso a puestos de mayor responsabilidad, entre otras.

Además, no solo se han fomentado esas desigualdades entre hombres y mujeres, también hay estudios que confirman que se han añadido horas de trabajo y que incluso que se han incrementado las conexiones nocturnas.

Si a esto le añadimos que somos seres sociales y que estos meses se nos ha privado de la comunicación física con nuestros compañeros y compañeras, se deduce que esto del teletrabajo no ha sido un camino de rosas y ni mucho menos, se acerca al sueño que nos imaginábamos.

El teletrabajo al que aspiramos

Dicho esto, no está todo perdido. Como hemos dicho al principio, la pandemia nos pilló desprevenidos y nos hemos tenido que adaptar a las circunstancias, – trabajando con nuestros ordenadores, utilizando nuestro teléfono y con nuestra conexión a Internet- pero durante estos meses y, sobre todo, a partir de ahora, las empresas deben reflexionar para planificar el futuro y diseñar un teletrabajo que beneficie a ambas partes.

Esta nueva forma de trabajar comienza ahora y hay que regularlo para ayudar a las empresas a gestionarlo bien. Desde el gobierno ya está trabajando para regular el teletrabajo, sus condiciones y requisitos y está pendiente de negociación con los correspondientes actores sociales.

En primer lugar, hay que tener en cuenta que el teletrabajo debe ser voluntario y siempre debe mediar un pacto, preferiblemente por escrito, entre la empresa y el trabajador. Entre las cosas a pactar, por ejemplo, está el horario o los medios -ordenador, teléfono, internet, etc.-, entre otras cuestiones.

Los sucesivos Reales Decretos que hemos tenido han priorizado el teletrabajo y decían que la empresa debía proporcionar los medios, siempre que fuera posible, algo que quedaba algo ambiguo, también teniendo en cuenta la situación extraordinaria que tuvimos. A partir de ahora, es conveniente negociarlo bien y lo mejor es llegar a acuerdos y que resulten beneficiosos para ambas partes.

Contrato entre las partes

Con el teletrabajo cambian muchas circunstancias que es necesario que queden reflejadas en un contrato, como pueden ser, por ejemplo, el control horario, la Ley de Protección de Datos, la evaluación de riesgos del puesto de trabajo o los accidentes de trabajo, entre otras.

Y, sobre todo, el teletrabajo debe suponer un cambio para “mejor”, para incrementar la calidad de vida de los y las trabajadoras, para reducir costes para las empresas y, en definitiva, para generar personas felices y productivas en sus ámbitos profesionales y personales. O lo que es lo mismo, debe suponer la materialización del sueño anhelado.

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